por Sebastián Herrera
Algo simple y natural como
el agua. Sabiendo que no existe nada simple y natural como esto. Menos el agua.
Hay una coreografía cuando la mano se sumerge en ella. En este ejercicio
habitan ciertas cosas. Pero me detendré un momento. Pensemos en la naturaleza,
no en lo natural. No. Pensemos, por ejemplo, en los cardúmenes o en la flora.
Decir "pensemos" del mismo modo, como en estas pocas líneas, he dicho
cardúmenes y flora. Quizás eso es lo natural: enumerar en plural y así eludir
los nombres, la historia, la experiencia.
José Donoso, en sus diarios
apuntó: "No existen las enredaderas:
existen las buganvilias, la pluma, las clemátides. No existen los arbustos:
existe el pitósporo". "Yo", la primera obra dirigida por Nicole
Senerman y protagonizada por Natalia Grez, junto a Fernanda Urrejola, es una
obra que habla sobre muchas cosas y, al mismo tiempo, ninguna. En esta negación
desentrañamos, tal vez, lo que se quiere contar; en el olvido, en perder la
memoria para, de esta forma, hacer tabla raza, comenzar de nuevo, volver a
nombrar las cosas y resignificarlas.
Dos
actrices trabajan un montaje teatral. Sin embargo, una de ellas ha perdido la
memoria. Su compañera intenta, por todos los medios, que recuerde quién es y
cuál era la historia que había escrito. Será en este momento donde el sujeto
comenzará a desmembrarse y a cuestionar no sólo su identidad, sino hacia dónde
va y si efectivamente es necesario ir a algún lugar. Será en esta búsqueda
donde intentará reconstruir a ese sujeto que se ha olvidado; encontrando en el
quehacer, en el trabajo, un posible espejo en el que reconocerse, como si el
oficio lo situara y definiera. ¿Somos la producción de 12 horas incansables de
faena? ¿Somos el resultado de un fragmento de nuestro tiempo?
En un segmento de la obra,
que quizás es lo mismo que decir en un fragmento de la vida que se ha olvidado
de sí, el personaje observa una serie de cuadros de mujeres ejecutando nado
sincronizado. En uno de ellos, sólo vemos las piernas, en otro, las espaldas.
Sin embargo, jamás vemos los rostros. "Necesitan confundirse ",
explica, mientras, a quien le habla, da la espalda al público.
Todo esto sucede entre muros
pintados de celeste. Ambos personajes, cada cierto tiempo, visten trajes de
baño. La obra que preparan ocurre en el agua, al interior de una piscina o
quizás una pecera. Lo cierto es que están bajo la representación del líquido.
Cada cierto tiempo, ambas discuten sobre la posible aparición de una sirena.
Pensemos, un momento, en que
el nado sincronizado es la faena. El momento en que las deportistas coinciden
sus movimientos, un coro. El agua, la memoria. La sirena, la fábula. El
personaje que ha olvidado quien es intenta encontrar, en el trabajo, un rasgo
reconocible por todos, que hable de su historia y que la "naturalice".
Es decir que sin mayores cuestionamientos pueda y puedan exponer: este soy yo,
por el simple hecho de hacer lo que todos hacen. Quizás esto explique la
construcción fragmentaria de la obra. Pues, si bien son muchos los temas que intenta desarrollar, en ninguno alcanza a hallar
la memoria perdida. En esa pluralidad, entonces, halla cierta coherencia, como
diciendo no somos una parte, somos una multiplicidad de ellas.
Al principio dejé suspendida
una escena: La mano que ingresa al agua y la coreografía que se forma en ésta. Pensemos en las aureolas, hay una pequeña
circunferencia que empuja a otra y esta a la siguiente y así sucesivamente. Sin
embargo, ¿qué es una aureola? Una aureola, tal vez, no sólo es la coreografía
que se forma en la superficie, quizás también es el exterior: una mano que
lanza una piedra y toda la experiencia que hay tras ese gesto. Puede ser que
todo ejercicio, cada repetición, cada impulso mecánico provenga de una
intención primera que luego se repliega hasta perderse. Entonces, ¿cuál fue ese
primer impulso?
En el nado sincronizado, en
la coreografía, en las aureolas, siempre hay un impulso iniciático que empuja
otro y así sucesivamente, hasta que perdemos el origen. Así, como los niños que
juegan al teléfono: sentados formando una circunferencia, se entregan un
mensaje secreto tras otro, hasta que el último reproduce una frase final que ya
nada tiene que ver con la primera. Todos ríen. En "Yo" alguien ha
perdido la memoria y otro se ha empeñado en que la recupere; inician un juego,
un trabajo y los personajes tornan, se trasvisten, trabajan, juegan, ríen y
mientras más se buscan, más se alejan. El personaje que ha perdido la memoria
sigue las ordenes de su compañera, las incorpora y reconoce, pero ¿cuánto de
esa memoria hay en la experiencia de ese otro que la empuja a encontrase?
¿Quién se busca realmente? ¿Quién, en definitiva, es ventrílocuo de quién?
Si
intentáramos buscar una respuesta a esto, existen pequeñas luces. El personaje
sin memoria obsequia a su compañera una gaveta vacía. Luego, ambas comienzan un
juego; revisan una serie de fotografías en las que se reproducen cajones de
personas desconocidas. Cada uno de ellos contiene la intimidad de estos sujetos
anónimos y, según el contenido, intentan adivinar quiénes son en realidad. Ahora
repito: Si intentáramos buscar una respuesta a esto...
(¿Podría
hacerlo sin decir "yo"?)
Obra: Yo.
Dirección: Nicole
Senerman.
Elenco: Natalia Grez y
Fernanda Urrejola.
Teatro: Centro Cultural
Estación Mapocho. Sala Ana González.
Funciones: De jueves
a domingo, hasta el 17 de abril.
Horario: 20.30 hrs.
Valor: General $ 3.000 y
estudiantes junto a tercera edad $2.000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario