Decir "Yo" - Fisura

martes, 6 de mayo de 2014

Decir "Yo"



Decir "Yo"
por Sebastián Herrera


Algo simple y natural como el agua. Sabiendo que no existe nada simple y natural como esto. Menos el agua. Hay una coreografía cuando la mano se sumerge en ella. En este ejercicio habitan ciertas cosas. Pero me detendré un momento. Pensemos en la naturaleza, no en lo natural. No. Pensemos, por ejemplo, en los cardúmenes o en la flora. Decir "pensemos" del mismo modo, como en estas pocas líneas, he dicho cardúmenes y flora. Quizás eso es lo natural: enumerar en plural y así eludir los nombres, la historia, la experiencia.

José Donoso, en sus diarios apuntó: "No existen las enredaderas: existen las buganvilias, la pluma, las clemátides. No existen los arbustos: existe el pitósporo". "Yo", la primera obra dirigida por Nicole Senerman y protagonizada por Natalia Grez, junto a Fernanda Urrejola, es una obra que habla sobre muchas cosas y, al mismo tiempo, ninguna. En esta negación desentrañamos, tal vez, lo que se quiere contar; en el olvido, en perder la memoria para, de esta forma, hacer tabla raza, comenzar de nuevo, volver a nombrar las cosas y resignificarlas.

Dos actrices trabajan un montaje teatral. Sin embargo, una de ellas ha perdido la memoria. Su compañera intenta, por todos los medios, que recuerde quién es y cuál era la historia que había escrito. Será en este momento donde el sujeto comenzará a desmembrarse y a cuestionar no sólo su identidad, sino hacia dónde va y si efectivamente es necesario ir a algún lugar. Será en esta búsqueda donde intentará reconstruir a ese sujeto que se ha olvidado; encontrando en el quehacer, en el trabajo, un posible espejo en el que reconocerse, como si el oficio lo situara y definiera. ¿Somos la producción de 12 horas incansables de faena? ¿Somos el resultado de un fragmento de nuestro tiempo?
En un segmento de la obra, que quizás es lo mismo que decir en un fragmento de la vida que se ha olvidado de sí, el personaje observa una serie de cuadros de mujeres ejecutando nado sincronizado. En uno de ellos, sólo vemos las piernas, en otro, las espaldas. Sin embargo, jamás vemos los rostros. "Necesitan confundirse ", explica, mientras, a quien le habla, da la espalda al público.

Todo esto sucede entre muros pintados de celeste. Ambos personajes, cada cierto tiempo, visten trajes de baño. La obra que preparan ocurre en el agua, al interior de una piscina o quizás una pecera. Lo cierto es que están bajo la representación del líquido. Cada cierto tiempo, ambas discuten sobre la posible aparición de una sirena.

Pensemos, un momento, en que el nado sincronizado es la faena. El momento en que las deportistas coinciden sus movimientos, un coro. El agua, la memoria. La sirena, la fábula. El personaje que ha olvidado quien es intenta encontrar, en el trabajo, un rasgo reconocible por todos, que hable de su historia y que la "naturalice". Es decir que sin mayores cuestionamientos pueda y puedan exponer: este soy yo, por el simple hecho de hacer lo que todos hacen. Quizás esto explique la construcción fragmentaria de la obra. Pues, si bien son muchos los temas que intenta desarrollar, en ninguno alcanza a hallar la memoria perdida. En esa pluralidad, entonces, halla cierta coherencia, como diciendo no somos una parte, somos una multiplicidad de ellas.

Al principio dejé suspendida una escena: La mano que ingresa al agua y la coreografía que se forma en ésta. Pensemos en las aureolas, hay una pequeña circunferencia que empuja a otra y esta a la siguiente y así sucesivamente. Sin embargo, ¿qué es una aureola? Una aureola, tal vez, no sólo es la coreografía que se forma en la superficie, quizás también es el exterior: una mano que lanza una piedra y toda la experiencia que hay tras ese gesto. Puede ser que todo ejercicio, cada repetición, cada impulso mecánico provenga de una intención primera que luego se repliega hasta perderse. Entonces, ¿cuál fue ese primer impulso?

En el nado sincronizado, en la coreografía, en las aureolas, siempre hay un impulso iniciático que empuja otro y así sucesivamente, hasta que perdemos el origen. Así, como los niños que juegan al teléfono: sentados formando una circunferencia, se entregan un mensaje secreto tras otro, hasta que el último reproduce una frase final que ya nada tiene que ver con la primera. Todos ríen. En "Yo" alguien ha perdido la memoria y otro se ha empeñado en que la recupere; inician un juego, un trabajo y los personajes tornan, se trasvisten, trabajan, juegan, ríen y mientras más se buscan, más se alejan. El personaje que ha perdido la memoria sigue las ordenes de su compañera, las incorpora y reconoce, pero ¿cuánto de esa memoria hay en la experiencia de ese otro que la empuja a encontrase? ¿Quién se busca realmente? ¿Quién, en definitiva, es ventrílocuo de quién?

Si intentáramos buscar una respuesta a esto, existen pequeñas luces. El personaje sin memoria obsequia a su compañera una gaveta vacía. Luego, ambas comienzan un juego; revisan una serie de fotografías en las que se reproducen cajones de personas desconocidas. Cada uno de ellos contiene la intimidad de estos sujetos anónimos y, según el contenido, intentan adivinar quiénes son en realidad. Ahora repito: Si intentáramos buscar una respuesta a esto...

(¿Podría hacerlo sin decir "yo"?)


Obra: Yo.
Dirección: Nicole Senerman.
Elenco: Natalia Grez y Fernanda Urrejola.
Teatro: Centro Cultural Estación Mapocho. Sala Ana González.
Funciones: De jueves a domingo, hasta el 17 de abril.
Horario: 20.30 hrs.

Valor: General $ 3.000 y estudiantes junto a tercera edad $2.000.

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