por Darío Prieto
La maldad clásica
hoy es llamada psicopatía, o sea la indiferencia o el placer que otorga el sufrimiento
de los otros y esto, proveniente desde lo más oscuro del ser humano, no solo es
un síntoma individual, es parte integral de uno de los capítulos más oscuros de
la historia reciente en Chile y Argentina.
En un centro de
tortura clandestino dos funcionarios reciben a un novato que al final nos
demuestra de cómo ha ideologizado su sicopatía y aunque desde el inicio se
presta como sirviente, solo recibe las burlas y golpes de los torturadores para
quienes la violencia representa hasta los afectos y así van develando poco a
poco quien esta tras ellos, no solo el Señor Galíndez, sino una presencia en
las sombras que les ordena, cuida y paga un sueldo mientras destruyen la
dignidad de quien piensa diferente a como ellos han sido adoctrinados para
encubrir su calidad de don nadie. Cuando en plena comedia descubrimos a un torturador
ansioso que salta la cuerda porque quiere trabajar, entonces pasamos a una fase
aún más retorcida, el asunto se hace personal.
Tener una
convicción profunda y por razones estéticas tener que interpretar, hasta casi
ser exactamente lo que mas se detesta, no tiene nada de fácil, lograrlo y
convencernos es lo que hace a un verdadero actor, así Luis Dubó, como un
torturador de 8 a
5 con horas extras pagadas o bonos en carne, se convierte en un motor que mueve
todo el elenco, de gran desempeño, y con Daniel Antivilo usan por momentos el
humor pero no para equilibrar, sino para lograr armonía en el horror de esas vidas mínimas extraviadas en los
vericuetos de la costumbre y la rutina del someter a otros y entre cada
operación, según el paquete que les llegue y antes de transformarse en
televisores, ya saben que esto algún día terminará, tienen claro que para las
maquinarias de la adhesión no son imprescindibles. También saben que tampoco tendrán
jubilación pero tienen familia y aunque uno de ellos trata de estudiar y el
Manual de Galíndez lo justifica todo, este no les dice que ocurrirá después y
ellos, en la desdicha de golpear y picanear a otros día a día lo saben, lo
presienten más allá de la sangre de sus víctimas y el chirriar de la picana
eléctrica. Debajo de la ideología a la que se someten esta el retrato desnudo
del marginal y perdedor que solo sabe inclinarse ante La Fuerza y ocultando su
propio dolor se empeña en castigar a los que conscientes de su libertad no
quieren hacerlo.
El fascismo
corriente, negro o rojo, se sustenta en una frase clave: Quien no está conmigo,
está contra mi, lo que en tiempos de orden, porque ellos necesitan luchar
contra su propio desorden, se hace una orden perentoria para gente cuyo vacío
existencial les hace creer y aferrarse a cualquier cosa que los aleje del miedo
de vivir. Si bien la obra por momentos nos recuerda mas las acciones criminales
de la tristemente célebre Triple A ( Alianza Anticomunista Argentina ), grupo
civil que por esos tiempos asesinó a cientos de personas solo por ser
comunistas o judíos, la adaptación a nuestra realidad histórica cumple
cabalmente con el retrato de la época. El autor, Eduardo Pavlosky, es además Médico
Psiquiatra y en su trabajo como dramaturgo nos demuestra simplemente que lo
aterrador esta en la exploración y sin consideraciones de esa parte oscura del
ser humano, y de cómo entre la masa del hombre común hay individuos que permanecen
larvados, escondidos y esperando, demostrándonos que las circunstancias y
conductas del terror son lo mismo en Chile del ’73, Argentina del ’74, Hungría
del ‘58 o la RDA
de los ’60.
En la presentación el
manejo casi físico de la iluminación logra en su momento, y perfectamente, traducir
lo tenebroso del agobio interior de los personajes. La línea de audio ambiente
logra darnos un contexto de sutil ironía donde Humberto Lozán y la Huambaly interpretan Quémame
los Ojos, agregando hasta avisos propios de esa época de la historia que a los
chilenos tristemente nos deja como parte de ese colgajo ideológico de la Guerra Fría cuya impronta
marcaría por siempre y para siempre a América Latina.
Notable fue
encontrar, y más aún en Playa Ancha, una Sala totalmente llena, con un público conocedor
y expectante cuyos aplausos al caer el telón, fueron el sincero reconocimiento
a una más que interesante puesta en escena.
El Señor Galíndez
Eduardo Pavlosky
Compañía Teatro Amplio
Dirección Antonio Altamirano
Con Gabriela Medina, Luis Dubó, Daniel Antivilo, Nicolás Zárate, Mariana Muñoz, Roxana Naranjo.
Sala de Arte Escénico, Universidad de Playa Ancha (www.salateatroupla.cl)
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